top of page
A principios del siglo XX, los bailes, las tertulias, los vínculos familiares eran los espacios donde podíamos conocer y elegir —los más afortunados— a nuestras parejas, o aceptar a regañadientes las imposiciones familiares. En el transcurso del siglo, los romances fueron cambiando, las pasiones dejaron de ser ocultas y la vida social activa, diurna y nocturna fueron los lugares donde uno podía toparse con la popular “media naranja”.

Transitando la segunda década del siglo XXI, el amor, el romance y la pasión hallan nuevos escenarios que tienen que ver con el mundo virtual y la revolución tecnológica. En un principio, el chat permitía “conocer” personas desde la intimidad del hogar y a través de un ordenador que hacía de vínculo-puente entre una y otra persona.

 

Ambos, a cada lado de la pantalla, gestionaban encuentros reales sin la mediación de esa pantalla que había permitido conocerse. Luego, se pasó a Facebook como un sitio virtual desde donde mostrarse, visibilizar la vida, deseos, pensamientos e imagen. Como una gran vidriera social, Facebook permitía conocer a los demás y darnos a conocer.

 

Actualmente, se aceleraron los tiempos del chat y los de Facebook, y se crean aplicaciones que se usan directamente desde el teléfono móvil y que funcionan a modo de “delivery sexual-amoroso”. Las Apps de citas llegaron al mundo para instalarse como espacios propios de una modernidad líquida que usa y abusa del amor líquido, y donde la inmediatez se vuelve urgente y las emociones ocupan segundos planos.

 

Allá por 1995, meses después del lanzamiento de Match.com -el portal de búsqueda de parejas pionero- su director de comunicación, Gary Kremen, aseguró que esta página traería al planeta "tanto amor como Jesucristo". Veinte años después, The Meetic Group (que incluye a Match.com, Meetic y Tinder) ha traído cinco millones de parejas y un millón de matrimonios, sólo en Europa. Pero todo evoluciona. Hubo caravanas del amor a pueblos aislados, anuncios por palabras en la prensa de los 90 -"Amante del tenis busca compañera para dar paseos"-, páginas para buscar la pareja perfecta -"ojos azules, 30 años, que no fume"- y ahora la revolución es Tinder, una aplicación que funciona como las cartas: deslizas el dedo y te quedas con las mejores. Sus usuarios rechazan o aceptan candidatos por la cara, con un simple movimiento de índice. En España, ese deshojar margaritas "tú sí, tú no, tú seguro que sí" se repite 15 millones de veces al día.

 

Como en España no existen aún estudios exhaustivos sobre la búsqueda de parejas online, tenemos que desplazarnos a EEUU - referencia del amor virtual -  para encontrar datos de interés, . Según un estudio de abril de 2015 del Pew Research Center, una de cada cinco personas de entre 25 y 34 años ha utilizado alguna página de citas online.

El nuevo modelo está liderado por las aplicaciones concebidas para el Smartphone y, por tanto, fáciles de utilizar. Ahora el cliente va solo al supermercado: busca, compara y elige. La crítica recurrente a Tinder es su superficialidad. Unas cuantas fotos, la edad, una descripción de 500 caracteres –opcional– y una serie de intereses no bastan para tomar una decisión informada. “Es la vida real, pero mejor”, defienden sus fundadores. Sus perfiles proceden de Facebook, lo cual garantiza una cierta autenticidad, y además, como apuntaba Eli J. Finkel, psicólogo de la Universidad Northwestern de Illinois y estudioso de la evolución de las citas online en The New York Times, "Tinder se basa en la imagen, pero nosotros también: siempre hemos ligado con el que nos entraba por el ojo".

 

Como todo, debemos verlo en su contexto social. Claramente, en épocas de amor romántico, estas aplicaciones hubieran fracasado. Hoy no hay tiempo para el romance, el poema o el diálogo intenso y constante. Los ritmos de la globalización y el capitalismo presionan y estas opciones “a la carta” permiten adaptarnos a nuevos vínculos que satisfacen la idea de amor actual. Esto conlleva también otras consecuencias como el incremento de la desconfianza en las parejas ya consolidadas, los problemas de autoestima, el narcicismo extremo, la insatisfacción continua... 

¿Estas aplicaciones están marcando la desaparición del amor y los vínculos amorosos? ¿O sólo los están reconfigurando? ¿Qué tipo de comunicación se establece entre estos “usuarios”? Este servicio de amor “a la carta”, ¿qué nos está planteando en esta postmodernidad líquida?

El proceso de virtualización del amor

Del modelo clásico de los chats online al auge de las apps de citas

de los años 90 a 2016

bottom of page